Indígenas y campesinos bolivianos ocupan esta semana carreteras del país en apoyo al expresidente Evo Morales Aima, quien protagoniza desde hace más de un año una fuerte pugna política con el presidente Luis Arce Catacora.

Ambos líderes militan en el Movimiento al Socialismo (MAS), partido político que llegó al poder en el año 2006 con Morales a la cabeza, Álvaro García Linera como vicepresidente y con el propio Arce en la investidura de ministro durante los tres mandatos de Evo.

Tras el golpe de Estado que en 2019 perpetró la ultraderecha boliviana apoyada por la Organización de Estados Americanos (OEA), con saldo de decenas de muertos y cientos de heridos, Luis Arce emergió como candidato presidencial.

En las elecciones de 2020, Arce logró desplazar a los golpistas del Gobierno e incluso hacer que respondieran hasta el sol de hoy en prisión por los crímenes cometidos durante el golpe de Estado, que incluyeron persecuciones, mutilaciones y asesinatos.

Morales, quien había tenido que permanecer en el exilio, pudo regresar a Bolivia, al igual que su histórico compañero de fórmula, García Linera, en una jornada que quedó marcada en el país suramericano como día de victoria popular y de resiliencia plebeya de cara a la fuerza histórica de las oligarquías.

Regreso de Evo y Linera a Bolivia

Sin embargo, han transcurrido cuatro años de aquellos días de algarabía popular y la habitual tirantez entre los representantes de las clases populares y las ultraderechas —aparentemente neutralizadas ya las principales figuras de este último sector— cedió espacio en el escenario boliviano a una disputa entre dos líderes de la transformación social.

La izquierda internacional ha quedado prácticamente muda ante tal confrontación, que coloca en puntos relativamente contrarios de la recta a un líder histórico regional, con una aún importante capacidad movilizativa que bebe de su prestigio de lucha, resultados de gobierno y amplia base social; y a quien acompañase a ese líder en las transformaciones de lo que fuera bautizado como el “milagro boliviano”, quien recuperase la silla presidencial para los humildes, volviese a tender puentes diplomáticos con países como Cuba y Venezuela y a quien no le tiembla la voz para recordar a Ernesto Che Guevara en el aniversario de su asesinato, para enaltecerlo como guía de su lucha.

El proceso de división se manifiesta entre las dos figuras, pero también en sus respectivas bases sociales que otrora fuesen una, en un panorama cercano a elecciones presidenciales (2025), ante las cuales surgen interrogantes:

¿Será el MAS capaz de superar su crisis intestina para presentar un candidato único y sólido a los comicios? ¿Mantendrá, como ahora, dividida su propuesta presi